Padre,
socorre a este tronco astillado.
Pertrecha vida suplicante.
Entre mis grietas prendieron llamas,
y el escarnio de mi pena goza
cual corazón enmudecido.
Agobia soportar los desaciertos,
la inexactitud de la palabra, la duda,
el constante descuido. Es cierto.
Mas casi en oscura ceniza me hallas,
quejumbrosa, vacilante alma,
pero confiada al soplo divino.
18.02.15