miércoles, 18 de marzo de 2015

Antígona


Cuida la ligereza de tu lengua,
y por mucho que la rabia te arda 
no dejes cobrar venganza a tu odio...


No...¡No maldigas!
Que tu estirpe pueda 
que así misma se extermine.
Las oscuras pasiones desencadenan
siempre, aún pequeñas, en muerte.
Cuando se suelta una maldición,
no hay inocente que se libre.


Como un pajarillo alzaba vuelo, 
cada mañana jugábamos
sujetando los escudos y las espadas,
sin presentir las sombras que se avecinaban.


Tuve que atar mis alas
presenciando el suicidio de mi madre 
y ser el lazarillo hasta su muerte de mi padre,
para ver luego enfrentarse a mis hermanos
hasta hundir, uno al otro, la empuñadura de sus armas.


Y el poder, 
ese poder que antaño era familia, 
era protección,
hoy se erigía como ley y justicia,
desmembrándome en agonía.


La frescura de mis años se fue encorvando
cavando la tumba de mi hermano aborrecido,
y es que mi conciencia mil veces lo valía
a la mudes de una obediencia mal habida. 


En aquella cueva, 
muerta en vida no he querido,
he amado, sí, 
entregando más allá de mis fuerzas 
mi propia vida.


Y al sentirla escapar de mi cuerpo,
cada uno de mis seres amados yo he visto
mientras la muerte con ternura me sonreía.
Acogiéndome en su regazo 
con frío beso me nombraba:
¡Antígona!,  ya descansa.



18.03.15

domingo, 1 de marzo de 2015

Nácar salino

ola congelada en la Antártida

Mi espíritu es de un galeote ígneo
cuyo cúbito lleva inscrito el devenir 
 del oleaje coagulado,
de la costra de un seísmo echado a su fin.

Mas evoco cual calco vivificado
el revuelco de la zona abisal
engullendo alegrías,
lujuria de algas replegadas,
de pétreos arrecifes coralinos
y el ahogamiento angustioso de la ostra...

Desde mi islote, 
húmedos salinos  recuerdos
dejan ver el nácar,
¿Cómo asegurar
que sea la esperanza?


Detrás del Espejo



Se desvanecen frente al espejo empolvado
las acompasadas horas,
y el puño estrellado
no logró quitar su impávido gesto,
mira al corazón,
sigue latiendo el mismo ritmo.


¿Quise acaso ser pura, yo nacida del inframundo?
Quise al cruzar tu camino, profanar tu paso,
de tus muertos y vivos ser amante.

¿Por qué amé tu escudo, tus hombros y abrazo,
tu rictus al mirarme y esos silencios
al alejarte?

Juro que mi instinto criminal lo aborrezco,
pero mi naturaleza es letal,
antes, lo confieso, 
fui ave carroñera enamorada del mar,
¿supuraba amor en aquel tiempo?

Dime, espejo, detrás...
¿Cual es la verdad que me aqueja?
El tiempo se detiene, si lo pienso,
presiento la miel de esos instantes.


01.03.15