Entre el arrobo de mi alma he construido este nido
donde cobijar el cansancio de tus días mas prolijos,
o cuando con sed insaciable de veleidosos deseos
llegas a mi fuente a consumar tu delirio.
Pues te reconozco en tu digna humanidad,
en tu estado mas salvaje afiebrando mi intimidad,
siendo el mas tierno, acunado en mi seno,
llego a tocar el mismísimo cielo.
Cada huella que tu dejas y bendigo
son como maná que alimenta esta espera en su anhelo,
espantando la sequía que como rapiña merodea.
Si a esto se ha de llamar deseo
un querer de concubinato misterio
quede también por bien sentado
que el amor solo concede vivirlo como un milagro.