Allí donde no ha corrompido
la mano del hombre,
todavía se respira vida
la voz oímos de Dios,
y su grandeza que es amor puro
revitaliza nuestro amor.
Allí donde el silencio es quebrado
por el viento y las ramas,
comprendemos la verdadera miseria
en la que vivimos atrapados.
Nos llenamos de tantas cosas obsoletas
en las que nos vamos mimetizando,
y la importancia de nuestra vida
agoniza entre necesidades de fachada.
Más allí, en esas cumbres
la naturaleza canta
y protege la divina promesa
de su alianza.
06.04.14
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