Hay que ser buen pobre
para saberse bendecido
en este mundo mal partido.
Y al decirlo,
la sonrisa me ilumina el rostro
aún cuando...
Veo tanto desperdicio en los botes,
y mesas vacías de pobres.
Y es que llegan refrescantes los recuerdos,
aquellos, del hogar con mis padres,
de la cocina olor a yerba buena y romero,
del rostro tierno de mi madre..
Los fines de mes los cajones de frutas
bajaban de la maletera del auto de mi padre,
las provisiones que nos mantenían sanas
en su cariñosa manera.
Y es que éramos tan pequeñitas
que terminarlas era imposible,
más mi madre que era un ángel,
lograba con sus manos
milagros comestibles.
¿Qué la fruta muy madura?
En mermelada a la olla
y con ella manjar de reyes
que endulzaban el desayuno,
y esos lonchecitos por las tardes.
¿Que del arroz graneado que no terminábamos?,
Al día siguiente, en tortillas de huevo y verduras
o carne, todito lo disfrutábamos.
¡Hay que ser buen pobre! decían mis padres
no se puede desperdiciar nada,
que el hambre de allá afuera
culpa al derroche e indiferencia.
05.01.14
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