Las noches nebulosas de esta ciudad
las ilumina siempre el poder de tu cariño.
El camino queda atrás con el bullicio,
si tu mirada me atrapa y me es cobijo.
Descargado el equipaje,
desnuda y liviana el alma
la memoria es selectiva,
y cual aves migratorias sobrevuelan
todos los instantes
en los que hemos crecido.
Aquí, en la intimidad del diálogo
la seducción se materializa,
con la modestia de un corazón sincero,
las manos puras, y los labios benditos.
¡Es bendición! Sí.
Hoy puedo verlo en el oleaje amarillo
de la mar afiebrada bajo la luna,
cuando la brisa empuja los pliegues de tu camisa
y aspiro de tu piel el aroma
que embriaga mis sentidos.
¡Es bendición! todo este tiempo
de cuerpos temblorosos,
que no cuestionan al amor
ofrendado por las fuerzas del universo;
ni de la prudente soledad, ni los vacíos
que tiemplan la certeza de la proclividad
del sentimiento siempre vivo.
Es bendición, sí,
sentir en abrigo
tu espíritu amalgamado con el mío.
01.07.14
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